Para decir "te quiero" no siempre hay que decir "te quiero".
Carlos
Hace dos años fui con mis roommates a comer en un restaurante mexicano para celebrar no recuerdo qué. Disfrutamos mucho esa noche, pero en la madrugada salí corriendo al hospital deshidratada después de vomitar hasta las tripas. Me fui sola por no despertar a nadie en la casa. Al día de hoy todavía me reprochan eso. Pero aunque recuerdo este incidente con mucho asco, también recuerdo el día próximo con mucho cariño. Carlos, uno de mis compañeros de casa, me preparó un caldo de pollo con zanahoria y papitas siguiendo las instrucciones de mi mamá. Para mí eso fue un acto de amor que jamás borraré de mi memoria.
Papi
Ahora vámonos al pasado. Yo diría que esta próxima anécdota ocurrió para el año 2005 o 2006. Mis hermanos y yo estábamos en casa por vacaciones de verano o navidad volviendo loco a papi, quien también estaba de vacaciones con nosotros. Papi nunca había hecho arroz ni habichuelas, ni nada que no fuera verduras con bacalao. Pero una tarde no sé qué mosca le picó que se puso a hacer arroz blanco. Lo que logró fue algo tan espantoso que creo que fue el momento que decidí aprender a cocinar. Sin embargo, también fue una muestra de amor en su estado más puro. Papi se tiró de pecho a hacer algo sin directrices o recetas con la única intención de sorprender a su familia.
Abuela Cana
Cuando mis hermanos y yo estábamos en la escuela elemental mi abuela materna al medio día iba a la escuela a llevarnos almuerzo hecho por ella. Iba a la escuela caminando y con el almuerzo en un bultito. En la escuela ya la conocían y la dejaban entrar. No era que no quería que comiéramos en el comedor escolar, era que quería asegurarse que nosotros estábamos bien y que estábamos adaptándonos a los nuevos amigos.
Mami
Llevo ya cuatro años lejos de casa, en Boston. Mami me ha venido a visitar varias veces, una vez con mi tía, una con mi papá y una sola. Las tres veces ha escogido un día para cocinar un banquete para mí y mis amigos. La primera vez nos hizo pernil asado y arroz con gandules, la segunda vez nos hizo pollo guisado y arroz con gandules también, y la tercera vez nos preparó bacalaitos fritos. Sin embargo, el segundo banquete lo recuerdo muy seguido. Y es que ese día a mi madre le dio una migraña bien fuerte que la escondió en mi cama por horas y horas. Pero como quiera no dejó que nadie más hiciera la comida. Ella se levantó, cocinó y se volvió a acostar. Nada más define a una mamá que complacer a los demás antes que sus propias necesidades.
Familia y Abuela Reyín
El día que enterramos a abuela Reyín, después de la ceremonia, la familia se reunió en la casa de abuela para pasar el golpe de ese día. Al rato, uno de mis primos llegó con un banquete; arroz, habichuelas, pollo, cerdo, ensalada de coditos, y más. Fue la forma perfecta de honrar a nuestra abuela, quien durante toda su existencia se encargó de alimentar a otros.
Michelle (yo)
Hace varios años mi mamá se cayó de las escaleras de casa y se fracturó la muñeca. Y yo en vez de correr a ayudarla, corrí lo más lejos posible de ella porque estaba aterrada.
También, hace unos años mi abuela materna pasó una racha terrible. Mi hermana la ayudaba a bañar y a cambiar, y a mi hermano le tocó recogerla del piso. Una vez más, yo estaba ausente. Yo no sé bregar con el dolor ajeno. Acostumbro a paralizarme y a desaparecer.
Pero llegó un día donde no pude huir de la situación. Pasó que un amigo se abrumó con tanto trabajo que terminó con un terrible desgaste físico. Estaba de cama, temblando y con fiebre. No tenía a otra persona cerca, así que me tocó responder de la única forma que sé; alimentándolo.
Tiendo a recordar mucho esos momentos donde fui inutil, y me arropa una terrible sensación de culpa. Pero he entendido que no existe un libreto oficial para demostrar el amor. Esta es una de las razones por las que suelo decir que la cocina me salvó la vida. Llegó a mí y se convirtió en el lenguaje perfecto para expresar mi amor.
Con estas historias lo que busco es que nadie nunca me diga que el amor no es tangible porque mi vida está repleta de historias que demuestran que el amor se esconde en cosas que se pueden preparar, probar y saborear.
Comments