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Un café obligado

  • Jul 2, 2019
  • 2 min read

Updated: Oct 24, 2019

Antes de montarme al avión, mi familia siempre se toma algo caliente en el aeropuerto.

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Foto tomada en el restaurante Sunday in Brooklyn

Llegué al aeropuerto dos horas antes de que abordara mi vuelo. Estaba con mami y papi. Pude haber entrado al gate al momento y sentarme a ver Gossip Girl, pero mami quiso un café.


Eran las 12:55 am. Rara vez mi madre se toma un café a esa hora. Pienso que ese día lo quería para mantenerse bien despierta porque el camino de regreso a casa duraba casi una hora. También quería algo que la calentara porque, según nuestra escala de frío, esa noche Aguadilla estaba que congelaba. Pero sobretodo, quería comprar un café que le diera más tiempo conmigo.


Esta viene siendo la quinta vez que lo hacen. Siempre que me regreso a Boston lo hacen; mami, papi y mis hermanos - si es que me acompañan. Compran tiempo a mi lado con una bebida caliente.


Las despedidas son duras, a veces más duras que la misma distancia. Mi familia y yo (particularmente yo) tenemos problemas expresando emociones o afecto. Somos secos o tímidos, si te quiero no necesariamente te lo digo, pero te lo demuestro. Mi familia me extraña y no me lo dice, pero me lo demuestra.


La comida, una vez más, es para nosotros un objeto de comunicación e intermediario. Ellos me quieren y me quieren cerca. Les cuesta la distancia y les cuesta despedirse. Con el café, que en el aeropuerto siempre se tardan en servirlo, consiguen decírmelo. Si no lo hacen me monto en el avión medio nostálgica, aunque todavía no ha pasado pero lo he pensado.


El café en el aeropuerto es obligado. Nos ayuda a despedirnos y a digerir el frío de la distancia que se aproxima.

 
 
 

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