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Recetas o no recetas

  • Jan 17, 2021
  • 2 min read

Aquí les dejo la historia de la semana.

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Me gusta mucho hacer bizcochos, pero todavía no he podido crear uno propio, que la receta sea mía. La semana pasada me propuse hacer un bizcocho bundt (en un molde con forma de anillo) sin seguir una receta. Quería probar mi conocimiento o, mejor dicho, mi instinto culinario. Al final del experimento me obsequié 10 puntos por participación y agallas.


Mi experiencia fue algo así, seleccioné mis ingredientes, los medí, los mezclé, y me di una palmada en el hombro. Estaba confiada en mi producto. El sabor cumplía mis expectativas.


Llevé el bizcocho al horno a 350 grados F. Luego de 30 minutos, fui a ver cómo iba. Había crecido mucho y el aroma que emanaba perfumó la casa, todo pintaba bien. Estaba emocionadísima. Recuerdo que comenté en voz alta, “estoy brutal, soy casi genio”.


Una hora pasó. Abrí el horno nuevamente. La corteza todavía estaba pálida. Le faltaba un poco más de tiempo horneando. Mis papilas gustativas estaban ansiosas.

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Quince minutos después y el bizcocho estaba listo para ver la luz del día. Me puse mis guantes de cocina, abrí el horno, agarré el bizcocho con las dos manos, lo puse sobre el gabinete, cerré la puerta del horno, me quité los guantes y, mientras hacía todo eso, el bizcocho se encogió.


Sentí como si todos los dioses de la cocina que me acompañan diariamente, me abandonaran. Se avergonzaron y se escondieron, probablemente me convertí en la burla de la semana. ¡Qué bajón! Sin embargo, todavía guardaba un poco de esperanza. Me dije, “no llores hasta que lo piques, a lo mejor todo está bien”. No lloré, pero me reí a carcajadas. Cuando pasas una frustración, llorar y reír cumplen la misma función.


Días después, como si esa derrota no fuera suficiente, quise hacer un budín de pan sin seguir receta, otra vez. Quería darme una segunda oportunidad. Sobre este experimento no tengo mucho que decir. Ustedes imagínense el resto.

Me gusta pensar que este desperdicio de ingredientes me regaló una enseñanza. ¿Se creían que con este cuento solo me iba a pasar por la piedra? Pues se equivocan. Lo que realmente quería decirles es que las recetas no nacen del primer intento. De igual forma, tu confianza en la cocina no nace de la noche a la mañana.


Escribir una receta requiere muchas pruebas y metías de patas. Cocinar es ponerse a prueba una y otra vez. Es también hacerte amigo/a de los ingredientes y, cuando eres amigo de alguien, tienes que dedicarle tiempo para conocerlo.


Cualquiera puede darle vida a un plato nuevo, pero no puede rendirse después del primer intento. En cambio, debe estar listo para fracasar un par de veces. Mi recomendación es que documentes todo. Designa una libreta para mantener el récord de tus intentos hasta que des con el resultado que te haga feliz. Y por supuesto, no te frustres, disfruta el proceso.


Si no te sientes listo para abandonar las recetas, continúa usándolas con mucho orgullo. Las personas que las escribieron seguro pasaron mucho trabajo desarrollándolas.



 
 
 

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