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En la cocina no todo te va a salir bien

  • May 5, 2020
  • 4 min read

Una reflexión sobre las metidas de pata en la cocina.

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Estos macarons no crecieron adecuadamente. Los metí al horno sin haber secado suficiente.

Cuando una comida no queda bien, siempre puedes darle una segunda oportunidad. Bueno, tal vez no siempre. Un arroz completamente quemado no tiene otra opción que terminar en la basura. Pero en otras ocasiones sí puedes salvar ese plato que te salió mal. Lo puedes convertir en otra cosa, o ajustar los ingredientes para arreglarlo. Hoy te presento algunas historias de la vida real (la mayoría mías) donde tuve que ingeniármelas para evitar botar comida.


Carlos dice que su especialidad es cocinar arroz blanco y habichuelas. Y sinceramente aprendió bien de su abuela. Su arroz con habichuelas te transporta a la infancia. Hace poco cocinó una pasta con pollo que se la comió sin respirar para evitar saborearlo. No la tiró porque hizo mucha y no la quería perder. Según él, el error fue utilizar pollo que ya estaba adobado. Ese sazón no combinó bien con la salsa que le agregó, por lo que los sabores no resultaron agradables. De esta Carlos aprendió a no usar pollo previamente adobado al hacer esa pasta. También aprendió que cuando cocinamos, siempre se debe ir probando todo para asegurar que la cantidad de sal es correcta y los complementos elegidos son los adecuados. 


En otra ocasión, Carlos se preparó un chocolate caliente en la estufa, siempre batiendo para desintegrar e incorporar bien el cacao con la leche. Carlos quiso elevar el sabor de la bebida añadiendo extracto de almendra. Sin embargo, desconocía cuán concentrado es ese extracto. Para una porción, unas gotitas es suficiente, pero Carlos se fue al extremo y echó una cucharadita que cambió por completo el delicioso sabor inicial de su chocolate caliente. 


En esta situación, donde los antojos son bien fuertes, yo hubiera optado por regresar ese chocolate a la olla y añadir más leche y cacao. Es decir, aumentar las porciones, así la concentración de extracto de almendra por sorbos sería menos. Una vez más, al mezclar todo, siempre debes probar por si tienes que hacer ajustes y que no te sorprenda el sabor cuando lo sirvas. Como solo quieres una taza, el resto lo puedes guardar en la nevera para disfrutar en otra ocasión. 


Yo, Michelle, soy una experta ahumando arroces. Nunca intencional, siempre accidentalmente. Según mi madre y nuestros ancestros, el truco más famoso es cortar una cebolla a la mitad e insertarla en el centro de la olla. Cubre la cebolla con arroz y deja que esta haga su magia. Arroz ahumano es una de las cosas más desagradables, al menos para mí. Si lo que quieres es llenarte, pues cómetelo así, pero si también quieres disfrutarlo, sálvalo con la cebolla. Esta no retira todo el sabor a ahumado, pero ayuda a controlarlo. Luego lo bañas de abundante habichuela guisada y escondes el mal sabor. 


Otro escenario bastante común es ver cómo ese bizcocho que tanto tiempo te tomó preparar, se hunde cuando lo sacas del horno. Hay muchos factores que pueden influir a que un bizcocho se hunda. Puede ser por los huevos, la cantidad de harina, la temperatura del horno, olvidar el baking powder o baking soda o el tiempo en que lo mezclaste, etc. Un bizcocho que se hunde usualmente está pasmado adentro, duro como un palo. Esos, mi cielo o mi ciela, terminan en la basura. Pero aquellos que aún conservan  un grado de humedad y esponjosidad, los puedes triturar y convertir en cake pops o en migajas dulces para espolvorear en el helado, sobre frutas o sobre una tarta. 


Por otro lado, conversé con una amiga cibernética (amiga de un amigo) y me contó que intentó hacer un brownie, pero lo sacó antes de tiempo y estaba crudo en el centro. Cuando me lo contó lo tenía en la nevera y nadie lo había comido todavía. Le dije que intentara cortarlo en tiritas finitas o aplanarlo en un molde amplio para galletas y regresarlo al horno hasta tostarlo completamente. Con el resultado podía hacer “crumbles” para helado o frutas, o simplemente cortarlo en tamaños de galleta y comerlo como “snacks” con un vasito de leche. 


También te encontrarás en una situación de furia o frustración donde vas a querer tirar algo contra el piso. Lo digo porque lo he vivido. Por favor, digan que a ustedes también les ha pasado, porque sino tendré que ir directo a terapia para controlar mis impulsos. 


Cuando estaba haciendo el caramelo del flan de café y queso que publiqué la semana anterior, no sé cómo dos gotitas del caramelo caliente cayeron en mi mano derecha. El poder divino entró en mí y me ayudó a no tirar al piso el molde para el flan. En cambio, me quedé quietecita como si no me ardiera nada, y observé cómo esas dos gotitas hacían que la piel donde ellas ahora descansaban se tornara blanca. Con la calma que no me caracteriza en situaciones así, removí una de las gotitas de mi piel y esta, ya solidificada, arrancó ese pedacito de piel. De nuevo, no sé cómo no grité. Con miedo a repetir esa extracción de piel tan dolorosa, puse la mano bajo el grifo de agua corriendo y la otra gotita salió sola sin arrancarme la piel, pero dejándola destruida. 


Me disculpo por lo gráfica que fui con las descripciones. En realidad fueron dos quemaduras diminutas, pero igualmente dolorosas. La idea de compartir esta experiencia es tener en cuenta que cocinar es jugar con fuego y el fuego calienta y quema. Por favor, sé precavido. Ten siempre tu área de trabajo organizada. Utiliza los guantes y espátulas cuando vayas a agarrar objetos calientes. Cuida tus manos que son tu instrumento más preciado y cuida tu casa que es el templo para tu familia.


Por último, por más que te duela esa quemadura, por más que te frustre que el bizcocho se hundiera al salir del horno, por más que te enoje que el arroz se haya ahumado, no lo tires al piso o contra la pared. Puede haber una manera de regresarlo a la vida.



 
 
 

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