Alrededor de la mesa
- Jul 2, 2019
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Updated: Aug 14, 2019
Una reflexión sobre el significado que tiene para mí la mesa de comedor.

Creo que a este punto todos ustedes que me leen saben que soy puertorriqueña y que no vivo en Puerto Rico. Todos ya deben saber que vivo en Boston y que no tengo cerca a ningún familiar. Vivo y comparto mis días con amigos y personas especiales que me ha regalado el camino. Personas que al igual que yo están en una gran ciudad tratando de darle sentido a nuestras decisiones.
Puedo contar con los dedos las veces que en los tres años que llevo lejos de casa me he sentado a comer a la mesa de comedor. Yo paso mucho tiempo sola o con prisa. Por tal razón, comer es algo que hago a la ligera, parada frente a la estufa o el fregadero o de bocado en bocado mientras me maquillo. También puede que coma sentada en el sofá de la casa viendo una serie, o en mitad de un turno de trabajo parada en el pasillo de la cocina.
¿Alguna vez te has puesto a pensar en el acto de comer a la mesa de comedor? Las últimas veces que invité amigos a mi casa en Boston, todos me preguntaron qué tenían que llevar de comer o beber, todos trajeron algo y la fiesta se desarrolló alrededor de los alimentos.
La mesa de comedor o la mesa donde se colocan los alimentos de cualquier fiesta o evento especial no solo sostiene la comida a un nivel accesible a los humanos, sino que sostiene también la unión de una familia o amigos, la promesa de amor de una pareja, la esperanza de reconciliación de otra, sostiene salud, amor y energía positiva, entre mil otras cosas más.
Hace poco volví a pensar en el significado de la mesa de comedor por una experiencia familiar que viví con algunos de mis primos.
Las familias son complejas y se mueven como las temporadas del año, hay cosas que se repiten anualmente y por experiencia ya sabemos cómo manejarlas. Mi familia no es inmune a esto. Mi familia es como una montaña rusa con todo y charco de agua al aterrizaje. Hemos pasado por muchas batallas y aunque muchas de ellas las hemos podido superar, otras todavía las estamos peleando.
En la navidad pasada, dos de mis primos, mis hermanos y yo decidimos ir a cenar. La idea era reunir a todos los primos hermanos para reforzar lazos y demostrarnos que seguimos de pie en la batalla. Sin embargo, fuimos siete, pero ya la situación prometía tensión. Era la primera vez que esos siete íbamos a estar juntos después de mucho tiempo y corazones rotos. Llegamos en tres carros diferentes, tres en uno y dos en los otros dos. Nos reunimos en Pirilos Pizza en Dorado.
Antes de salir al restaurante, cinco de los primos en un group chat que tenemos, nombramos ocho temas que no podíamos hablar por ser delicados. Sin embargo, de todos hablamos y a carcajadas.
Cuando yo llegué con uno de mis primos, ya los demás estaban sentados y dándose el primer round de cervezas. Nos saludamos y me dieron a probar sus cervezas. Todo transcurrió muy natural, como si el tiempo no hubiera pasado, como si el drama que hubo entre nosotros se hubiera borrado.
También hablamos de los días que nos cuidaba abuela, que para todos es la abuela paterna. Hablamos de su varita del castigo, del arroz con huevo frito, de su arroz con gandules, de sus alcapurrias, de la carne de alcapurrias, de los amigos que siempre iban a visitarla y que nos daban miedo, hablamos de sus pelas y de las veces que nos castigaba por caernos encima unos con otros. Todas las memorias las teníamos bien vivas y las compartimos alrededor de una mesa de comedor.
Yo noté que la comida en ese momento era importante, pero no era lo más importante. Comimos los aperitivos como bestias hambrientas. Cuando los terminamos, pedimos la comida. Era como si al acabar la comida moría un poco la intensidad de nuestra conversación. Cuando terminamos de cenar, pedimos postre aun cuando no lo queríamos. Ya cuando terminamos el postre sabíamos que quedaba poco para irnos.
La comida en la mesa dirigió nuestro diálogo, la intensidad con la que compartimos y el ambiente agradable en que se desarrolló la velada. Ese día a la mesa olvidamos nuestra edad y los problemas. Alrededor de la mesa siempre pasan cosas bellas. Nunca es lo mismo cuando se está solo frente a una mesa a cuando se está acompañado.
Al salir del restaurante leí el cuadro que había a la entrada. Decía: “Bienvenidos a la casa de campo de los primos”. No fue a propósito que fuimos ahí, fuimos por cuestión de ubicación, creo que nos cayó como anillo al dedo. Nosotros volvimos a ser primos alrededor de una de las mesas más grandes en la casa de campo de los primos.




Me encanto el escrito! Son una familia hermosa y no dudo que aún en la distancia mantendrán la unión y la astucia de inventar siempre una reunión. Son el ejemplo de una familia maravillosa! Los caminos de cada cual siempre se alejan por mil razones, pero los caminos siempre se unen por la fuerza del amor y entusiasmo!